Un Lugar

Un Lugar
Donde todo puede ocurrir

jueves, 9 de diciembre de 2010

Mi Mantis Religiosa


Busco los rasgos que me inviten a sentir ser parte de la naturaleza. Caminando entre pinos, arbustos y leña seca me encontré con un animal muy hermoso, en esos momentos no lo sabía, se trataba de una mantis religiosa, un insecto, grande y llamativo, no se por qué asociamos los insectos a un animal pequeño, ínfimo quizás.

Un rayo de luz entra por mi ojo izquierdo y me ciega, en el derecho una mota de polvo de un camino recorrido demasiadas veces, no puedo ver bien. El corazón me late deprisa y tengo una sensación de ahogo que me recuerda el aire que respiro para vivir. Respiro hondo y despacio hasta conseguir una cierta calma. Uno se da cuenta en momentos como éste de lo bien que se está normal, sin altos ni bajos. Me desmayo.

Aparece una hermosa mujer en mis sueños, tiene los ojos iluminados como un brillante, una boca con labios sedosos que dibujan una sonrisa perfecta, la piel morena, las manos suaves y delgadas, las piernas largas y bien contorneadas, los hombros redondos y la clavícula huesuda, el trasero redondo como una manzana, los senos pequeños levemente inclinados hacia arriba, la voz dulce casi susurrante y el cabello negro como el azabache. Siento que es la mujer sensualmente perfecta.

Al final del sueño, cuando lentamente me acerco e intento besarla, ella se acerca mirándome y sonriendo fijamente, cuando sus labios están a un par de milímetros de los míos un grito o mejor un aullido me hace ensordecer, mientras sus dientes y su sonrisa desgarran mi yugular. No me duele, el deseo es infinitamente mayor que cualquier otro sentido. Me desangro poco a poco sin decir nada, solamente le tomo la mano y le pido algo muy lujurioso al oído que nunca he sido capaz de escuchar y pierdo la vida sin más.


Cuando después de vivir el sueño me despierto alterado, un sabor dolor extraño recorre todo mi cuerpo durante unos minutos. Luego recobro el sosiego y de vez en cuando se repite sin pedirme permiso... Siempre el mismo y las mismas sensaciones.

Después de ducharme y despabilar se repite exactamente, como en un ritual, la misma imagen, proviene de un documental: Una mantis religiosa hembra devorando la cabeza del macho mientras se aparean. El macho sigue apareándose aún sin cabeza, extrañezas de la naturaleza, tiene un pequeño cerebro en el cuerpo que les puede mantener copulando hasta un día completo. Lo más curioso es que los biólogos afirman que al comerse la cabeza de su pareja ayudará al desarrollo de la vida de sus propias crías. Simplificando, el precio de dar vida,en este caso, es perder la propia. Sobre el placer no sabría qué decirles. Me repiquetean los pinchazos al recordar la imagen de la mantis macho cayendo al suelo sin vida después de ser usado. Usar y tirar.

Son previsibles algunos sueños. La primera noche, la primera vez que tuve este sueño, fue exactamente el día que me encontré y fotografié a una matiz religiosa parda. Jamás había visto una en la realidad, menos aún con la suerte y con el tiempo suficiente para poder darle al botón de la cámara. Existen casualidades que parecen no tener causalidad, encuentros que se combinan, se intercalan, se repiten, se multiplican y no parece a simple vista que tengan entre ellos ninguna relación, solamente en la realidad y en la mente aparece el primero y te lleva a otro, y a otro, y a otro... La regla no existe, en este caso, no aparece la lógica indicándonos la razón de tanta coincidencia, simplemente ocurre, lo intuimos, lo sentimos y queda grabado en una compleja percepción de algún modo siempre intangible.

De hecho, los pensamientos se agolpan y entremezclándose con las propias experiencias crean una nueva dimensión, una realidad propia, una intensa emoción que entona con lo vivido, con el pasado, con el sufrimiento al proyectar todo lo humano ante un hecho natural incomprensible para nosotros.

Suelen funcionar desde un sistema atemporal que se conecta con pequeñas huellas grabadas durante toda nuestra vida. Podemos conectar sin problemas hechos ocurridos antes de nacer, en el útero materno, con una serie de experiencias anacrónicas pero que causaron un gran impacto en nuestro mundo emocional, haciendo especial mención al miedo.

Existe un todo compuesto entre realidad y fantasía que nos mueve, nos condiciona, sobre todo cuando damos con la tecla, una y otra vez, hasta escuchar un acorde que nunca dejamos de escuchar, es una repetición que suena a dentro generando un eco entre millones de emociones percibidas que se asocian cuando algunos de nosotros, muchos, revivimos, en imágenes traducidas a pensamientos, una secuencia sentimental de importancia extrema.

Probablemente todos hemos sido mantis en algún momento, tanto machos como hembras, en nuestras relaciones con los demás. Habría que saber impedirlo.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desde Hoy para Ayer




"Persigue a las mariposas y nunca las atraparás, contempla a las mariposas y vendrán hasta ti."


Una vez Miguel encontró una fotografía tirada en el suelo de un viejo piso en un barrio conocido de su ciudad natal. Una estampa en blanco y negro velada en la parte derecha, aún así se apreciaba una calle de tierra todavía sin asfaltar, una abuela y un abuelo sentados en dos sillas en la calle, justo en la puerta de casa y entre ellos, una niña pequeña, quizá su nieta, jugando mientras sentía el arrope y el cariño de cuatro ojos llenos de experiencias mirando la magia de la vida creciendo. Dieron vida y esa vida volvió a dar vida. La sensación debe ser magnífica -se decía- mientras miraba la imagen de tres extraños que vivieron en otro tiempo, en el ayer. Se preguntó si la niña todavía viviría o qué habría sido de ella, y se preguntó con cierta decepción por qué los recuerdos acaban tirados por el suelo. En ese momento recordó un comentario que le llegó muy hondo a la salida de un entierro: "En dos generaciones ya nadie te recuerda". Replicó la misma emoción triste y el mismo miedo al olvido y una pregunta de fondo que escocía como una herida: ¿Qué valor tiene lo vivido después de la muerte?




Se sintió confundido, limitado y un tanto vacío... le asustaron las posibles respuestas. Siguió la reflexión: Quizá olvidamos las respuestas llenas de optimismo, parece que es más fácil regodearnos en el fango del sufrimiento que en el mar del placer. Los telediarios son un claro ejemplo, solo suelen ser noticia los sucesos morbosos y trágicos, ¿Cómo se puede entender que lo que atrae represente mucho más a lo negativo que a lo positivo? ¿Parecería que tenemos cierta adicción al masoquismo? ¿Por qué?

Siempre supo hacerse buenas preguntas pero el desorden y la indecisión le impedían encontrar verdaderas respuestas. Se consideraba un ser voluble al sentirse atrapado constantemente entre creencias opuestas. No se daba cuenta de que las personas necesitamos de los contrarios esencialmente, cómo valorar una emoción sin experimentar la opuesta. Sería imposible sentir amor sin conocer el odio, al menos tal y como nuestra mente se acerca a la comprensión y al entendimiento.

Hasta para creer se necesita orden, armonía y sobre todo elección, decisión y compromiso con uno mismo. Para elegir siempre hay que renunciar a algo, es justamente lo que da valor a la libertad y corrobora el propio albedrío.

La muerte parece que desintegra todo rastro de sentido a la vida. Tanto esfuerzo para encontrarnos con un destino seguro e inevitable. Había escuchado en varias ocasiones, dicho con distintas palabras, diálogos de películas y libros que afirmaban que la vida es nuestro bien más valioso precisamente porque tiene un irremediable final.

Perseguimos a las mariposas, fantasías dispuestas a pasar de largo ante una mirada atónita, él lo sabía, se daba cuenta del grave error: Nunca las atraparía, como no se puede atrapar la dignidad, ni el respeto, ni una mirada que sonríe, ni un contoneo, ni un baile sentido, ni el sabor de los besos...

Recordó de pronto su respuesta a la carta de un amigo. Enlazó la imagen con la palabra para descubrir el por qué se escribe, así podría entender por qué se fotografía.

"Me sinceraré contigo:

Yo escribo porque, a veces, me siento solo aun estando muy bien acompañado, porque no entiendo nada o todo según se mire.

Escribo porque me enamoro de personas, gestos, imágenes, sonidos, sabores…

Porque me gusta poder ayudarme mientras ayudo, porque nunca he podido renunciar a un buen sueño, porque la vida me aburre si no la modifico una pizca, porque el sentido de la vida es el género y yo soy parte… obligado desde el placer a poner un granito de arena.

Escribo porque me siento mejor, aprendo, me comunico, hago amigos y enemigos, insulto y me insulto, lloro sin lágrimas y con ellas, río a carcajadas y sin ellas.

Yo escribo porque me hace crecer, me riego de experiencias traducidas a palabras, reflexiones y pensamientos.

Escribo por egocentrismo, por narcisismo.

Escribo por decadencia y por opulencia.

Escribo porque es cuando encuentro en mí la mejor compañía.

Estas son mis razones y alguna más que no voy a compartir contigo por pudor o qué se yo.

Gracias por compartir las otras conmigo. Un Saludo"

Acabó diciéndose que nada se olvida del todo, una huella queda siempre en el interior de las personas, a veces tan ínfima, tan anónima, que no la reconocemos, estaba seguro que en lo más profundo de todos nosotros hay una brizna de cada ser humano que ha sido, de todos, sin mencionar ninguno.



lunes, 8 de noviembre de 2010

El Dedo




Buscan los primeros sueños, atacan especialmente al caer la noche, justo después de cerrar los ojos. Son invisibles y por el día se ocultan en nuestros cuerpos, van siempre con nosotros y muy pocas veces los detectamos con la razón. Provienen del primer hombre o quizá del segundo y durante milenios han ido transmitiéndose de generación en generación, de cultura en cultura, de continente en continente, de país en país. En cada salto han ido mutando, cambiando muy lentamente, adaptándose al medio colocándose en lugares profundos, recónditos y secretos. Parecen nuestros, pero no lo son. Su naturaleza es el género y se transmite de madres a hijos.

Distan de la razón, incluso la temen, aunque parece que se necesitan tanto como la luz y la oscuridad.





Se ocultan entre argumentos, diría hasta que se alimentan de ellos, no obstante parecen caminos paralelos, de hecho casi se rozan, aunque prácticamente es imposible que se encuentren. Juegan con ella sin que se note e intercambian cartas que construyen combinaciones, con muchas caras y muy complejas, invitando a la decepción y al sufrimiento.

Se disfrazan en el eco de las grandes palabras: Amor, verdad, amistad, solidaridad, humildad, libertad, sinceridad, justicia, igualdad, respeto... vaciándolas de contenido hasta la auténtica decepción. Cuando alguien usa estas palabras, un guiño y una mueca de músculos hacia adentro expresan la grima que nos produce lo falso, lo superficial, lo inocuo, lo contingente; la hipocresía preconsciente en el mejor de los casos.

Se aprovechan de nuestros miedos, sin duda los usan para condicionarnos hasta límites enfermizos. Destruyen el amor propio e incluso llegan a borrar los deseos hasta conseguir que nos quedemos parados, paralizados. Desdicen a la vida convirtiéndola en un complejo y constante dolor. Se valen del amor que necesitamos para manipularnos como marionetas y nos colocan a merced de los cambios del viento como una veleta. Construyen en nuestras mentes ideas imposibles y nunca renuncian a nada porque así nos hacen parecer que somos nosotros, se instalan en nuestra identidad como un número de serie y predicen lo que podemos y no podemos hacer, lo que somos y lo que nunca podremos dejar de ser. Son implacables y resistentes a la verdad, desobedecen a la alegría, a las pasiones y a los deseos hasta que convierten nuestros días en mecanismos repetidos, en una corriente de tiempo vacío que nos arrastra inevitablemente a la desgracia, una reacción en cadena que envuelve a todo y a todos los que nos rodean, así se transmiten, así se aprenden, así se propagan, así consiguen traspasar la barrera del yo hasta llegar a los otros.

No sabemos lo que son en realidad, los intuimos, los percibimos, los sentimos, pero no conseguimos descifrar su naturaleza completa, son expertos en la confusión, incluso en la locura. Nos aturden y perdemos de vista lo importante vagando y vagando en un mar de dudas, son olas que no paran de moverse, mueven todo lo que somos o creemos ser, intercambiando pensamientos contradictorios, padeciendo emociones opuestas, nos hacen sentir impropios, carentes de todo valor ante un horizonte enrevesado, compuesto, difícil y contradictorio. No nos damos cuenta de que todo es un montaje mental, una película vivida entre la realidad y la fantasía, muchas veces la creencia es omnipotente e incluso omnisciente.

Reconocerlos es una inmensa fuente de sufrimiento porque al mirarlos de frente, como en un espejo, se refleja nuestro rostro y una laguna quieta de vanidades inunda el corazón ahogándolo hasta lo inaceptable, lo siguiente es un movimiento instantáneo hacia el desamor, la destrucción del amor propio, la consecuencia directa es la guerra interna, una guerra, como todas, que no tiene ni vencedores ni vencidos, sobre todo porque se convierte en una actitud, en una forma de vivir, mejor, de malvivir. Y lo peor, la mayor parte de nuestras capacidades, la mayor parte de nuestras herramientas quedan mermadas hasta su mínima expresión.

Es el momento del perdón, si algo hay que perdonar, el momento del auto-conocimiento para conseguir una verdadera perspectiva humana, el tiempo de reconocer los límites, los derechos y los inevitables, discernir entre la fantasía y la realidad para poder salir de un pozo oscuro en el que no vemos las escaleras.

¿Quieren ejemplos después de tanta abstraccción, de puro pensamiento?

Cuando te juzgan los demás sin conocer tú infierno, ellos nos atacan.

Cuando te equivocas o fracasas, ellos nos atacan.

Cuando internamente te menosprecias, ellos nos atacan.

Cuando te exigen en nombre del amor... ellos nos atacan.

Cuando el yo debería y el deberías te invade, ellos nos atacan.

Cuando te sientes deudor, ellos nos atacan.

Cuando te afecta muchísimo el qué dirán, ellos nos atacan.

Cuando deciden por ti y dicen que es porque te conviene, ellos nos atacan.

Cuando no crees en ti mismo, ellos nos atacan.

Cuando la vergüenza guía tu ánimo, ellos nos atacan.

Cuando tienes mucho miedo, pánico quizás, ellos nos atacan.

Cuando la traición te abraza hasta asfixiarte, ellos nos atacan.

Cuando el mayor de los respetos no es para ti, ellos nos atacan.

Cuando...

Si no sabes ya de qué te hablo... ellos llevan demasiado tiempo atacándote y si lo sabes, también.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Irati, la selva mágica





















En otoño, tras la primeras lluvias, se enciende la magia en la Selva de Irati. Las hojas de algunos árboles caen, las de otros cambian de color creando una paisaje onírico, otro mundo dentro de éste, una selva de belleza mineral, animal y vegetal. El agua es el centro de todo éste lugar, incluso hasta en el trozo de cielo que le corresponde, cae sobre nuestros cabellos y mejillas. Al saborearlas uno tiende a percibir las primeras sensaciones limpias, solo es el principio, después de ocho horas disfrutando del lugar el cuerpo se extiende hasta un sosiego parecido al sueño despierto, y en la mente una corriente imparable de belleza que impide que algunos pensamientos recurrentes se instalen en el ánimo variándolo a su merced. Comienza la magia de la naturaleza milenaria, comienza un ritual temporal que parece no tener fin.


La fotografías, hechas en un viaje memorable hace ahora justo tres años, no son suficiente, ni siquiera las palabras, al menos las mías, para describir un lugar tan hermoso: la combinación de olores, los colores, los sonidos, animales bellos como flores, vacas paseando tranquilamente y caballos pastando. Sensaciones mezcladas cuando todos los sentidos fusionan a la vez, cuando lo permitimos.

En ningún otro sitio he sentido, excepto en mi propia tierra, una unión tan sincera, tan singular.

Cada imagen invita a otra y a otra, es difícil dejar de escuchar el obturador y todavía más no querer llevarte una copia de cualquier paisaje, rincón, animal, arbusto o piedra para el recuerdo. ¿Cómo puede un lugar emocionar tanto, conseguir cambiar el estado de ánimo, crear emociones nuevas hasta el regocijo?

¿Somos unos monigotes a merced de todo los que nos rodea o no comprendemos como nos condiciona la relación con los demás y con la naturaleza? ¿Hasta que punto somos conscientes de lo esencial de la dimensión social de nuestras vidas?

Probablemente si nos diéramos cuenta de lo que nos influye todo lo externo nuestra relación con los demás y con el mundo cambiaría; se trata sencillamente de reconocer nuestros límites y de valorar las valiosas sinergías que nos descubren como género humano. Nos aprovechamos unos de otros y somos parte natural del mundo. Nadie se libra de necesitar y cuanto antes nos hagamos cargo de esta realidad más pronto reconoceremos nuestra propia naturaleza, signo inequívoco de crecimiento y de aceptación de los caminos posibles, evitando la combinación de fantasías mentales con las que nos engañamos complicándonos la vida hasta extremos auto-destructivos, la dificultad de ver las cosas tal y como son es la causa de las mayores desdichas, probablemente porque resulta profundamente difícil mirarnos al espejo y vernos como somos objetivamente, solemos culpar al mundo o a nuestras relaciones de la mayoría de nuestros conflictos cuando en realidad somos nosotros parte del problema. Cuando conseguimos reconocerlo se nos abre una nueva visión del mundo, más clara, más justa, más proporcionada. Es el principio de la armonía necesaria para cambiar hacia una perspectiva realmente humana, capaz de ver la paja en el ojo ajeno y lo más difícil, conocer nuestro propio velo. La palabra verdad en griego aletzeia significa etimológicamente desvelar, quitar el velo. Posiblemente sea la única dirección para caminar con sentido, teniendo en cuenta que inevitablemente necesitamos entendernos, comprender, ayudarnos unos a otros para conseguir vivir de una forma suficientemente satisfactoria.


Irati, la selva mágica, es un un buen ejemplo. Miren el agua, con la luz reflejada, como se convierte en un gran espejo donde mirarnos.


Compartir


La palabra compartir proviene del latín compartīri y según la R.A.E significa:

1. Repartir, dividir, distribuir algo en partes.

2. Participar en algo.

Disculpen que utilice con frecuencia el diccionario, pero además de mis propias limitaciones con el lenguaje, me parece una excelente manera de introducir con la contundencia del significado un significante un tanto difuso, amanerado, corriente y devaluado de usarlo tanto y mal. La impecabilidad de la palabra-como decían los toltecas- pasa frecuentemente por un filtro de cabeza en cabeza y de boca en boca hasta dejar sin contenido palabras fundamentales y necesarias para la comprensión de los propios movimientos de la vida.

Es fácil pronunciar o escribir la palabra compartir, sin embargo la dificultad se amplía cuando pasamos a intentar la pura acción, se trata de participar en la vida de otro creando una realidad nueva a la que llamamos relación. Es importante hacer hincapié en que cada nueva persona produce una interacción propia, singular y diferente con el otro. Está claro que existen muchos tipos de relaciones: De amistad, de pareja, de familia, de trabajo, de vecindad...y una de la que se suele hablar poco y no por su grado de importancia- en muchos casos inexistente- es la relación con la naturaleza. No me propongo tratar con todas, me centraré en las relaciones de pareja con un pequeño guiño a las de amistad por su semejanza aún sabiéndolas muy diferentes. A mi entender, las diferencias más contundentes son la convivencia diaria y el grado de compromiso entre dos o más personas. Intentaré centrarme en estas dos, acotando la reflexión a las dimensiones del texto.

¿Cómo compartir sin entrometerse, sin querer cambiar cromos únicos por cromos repetidos, sin dar para pedir a cambio, sin olvidar al otro buscando únicamente el interés propio...?

¿Cómo compartir las penurias, las manías, los pedos, las dificultades económicas, el cansancio, la ira, los sentimientos de culpa, la familia no elegida, los secretos, las mentiras, los crecimientos, los nuevos intereses, el olor a mierda...?

Hace años, mucho antes de convertirse Jorge Bucay en un autor tan prolífico, cayó en mis manos, después de cruzar el charco, un librito rojo convertido para mi en joyita llamado Cartas para Claudia, de él extraigo algunas palabras, disculpándome por utilizarlas a mi libre albedrío incluso para convertirlas en otras al eliminar algunas y contradecir el final:

"Es mi manera de definir la amistad, el amor... Quiero que me escuches sin juzgarme. Quiero que opines sin aconsejarme. Quiero que confíes en mi sin exigirme. Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mi. Quiero que me cuides sin anularme. Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mi. Quiero que me abraces sin asfixiarme. Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mi. Quiero que te acerques sin invadirme. Quiero que sepas que HOY cuentas conmigo..." con estas condiciones.

Me parecen que expresan perfectamente unas cuantas reglas básicas para que una relación funcione de una forma suficientemente sana, para compartir de verdad. De hecho, el autor me parece un extraordinario comunicador y un espléndido profesor, supongo que también un buen terapeuta. Digo todo esto aún no estando de acuerdo en algunas cuestiones básicas con él.

Como siempre, lo difícil es primero darse cuenta y después ponerlo en práctica. Lo digo por experiencia propia, es muy fácil caer en las tentaciones de la inconsciencia, en esa parte de nuestros adentros que se reencuentra con el animal que también somos, con sus instintos, tendencias, anhelos y deseos, todo ellos irracionales. Y a la vez tan necesaria.

Alguien me dijo una vez que es fácil la pasión dentro de una burbuja, lo difícil es mantener una llama siempre encendida en la convivencia, día tras día, año tras año. Lo corroboré en la realidad y lo describí con la metáfora del calentador de agua a gas: Los calentadores relativamente antiguos necesitaban de una pequeña llama encendida siempre, para cuando abrías el grifo del agua- arché -se convirtiera en un fuego intenso productor de un gran calor que había que armonizar con un giro hacia el agua fría, mezclándola para no quemarte. Cuando queremos que todo el tiempo el calentador esté encendido al máximo el agua quema, achicharra, duele y convierte una sensación de placer en algo sumamente desagradable. Probablemente ahí está el centro del error: Lo queremos todo, pero cuanto más calor buscamos más nos quemamos. La reacción más coherente sobre este asunto me parece que sería coger las riendas de nuestras emociones y llevar las relaciones hacia caminos de sosiego, de pasiones, de enamoramientos, hasta el verdadero amor/amistad que ayuda a vivir y pisa la tierra sin dejar, de vez en cuando, de dar un salto de alegría hacia el cielo ó hacia el agua, pero nunca hacia el fuego.


Participar, repartir, dividir, distribuir... Es compartir todo aquello que nos ayuda a crecer y nos mejora, incluso aunque no lo parezca. A veces los rincones más tristes son los que mejor nos recuerdan donde hallar la alegría.


La Rocas, el Agua y la Cueva

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La Cueva de las Palomas



Después de un paseo justo, ni cortonilargo, digamos a la medida decualquier mortal no demasiado entrenado, encuentro una maravilla natural: Las rocas, el agua cayendo al charco y la cueva. Hermosa estampa recogida por la cámara. Muchos la conocen y más la desconocen. Solemos no valorar lo que más cerca tenemos, incluso muchas veces perdemos la perspectiva cuando la belleza está demasiado cerca e inmersa en nuestra rutina diaria.

Tengo un buena amiga que después de muchos fracasos de pareja se casó con su vecino al que saludaba diariamente en el ascensor con un fático "buenos días" y curiosamente siguen juntos después de veintiséis años. También conozco a una persona que después de vivir en un pueblo cercano a un pantano durante siete años nunca había sentido el placer de navegar por él y menos aún conocer rincones donde el agua transparente se unía al nacimiento del río. Reconoció que no entendía como le podía haber sucedido. Tengo también un buen amigo que no sentía nada con la música-de ningún tipo- hasta que un día compartí con él un concierto en directo y se enamoró de la cantante por una noche. La lista supongo que sería inacabable.

Parece que tenemos que experimentar diversas circunstancias a la vez para sentir los despertares propios del darse cuenta, abrir los ojos o cualquier otro sentido y encontrarnos con lo que nos mejora. Supongo que tienen que producirse y concatenarse diversas experiencias internas conectadas para mirar y ver aquello que necesitamos, sobre todo, esas pequeñas cosas que en el día a día nos envían guiños tratando- creo-de reconciliarnos con la vida, son contrapesos que equilibran la balanza hasta encontrar un cierto sentido a nuestra existencia.

Sentado frente a la cueva respiro despacio y tranquilo, tratando de concentrarme en el momento y en todo lo que percibo: El ruido del agua cayendo es lo primero, muy obvio pues he cerrado los ojos, cuando los abro, miro la cascada en movimiento por la fuerza de la gravedad actuando sobre el agua quieta y generando un todo en movimiento. El agua transparente se convierte en blanca y el agua estancada silenciosa y quieta contrasta en los sentidos con cada gota que cae y tropieza con ella. Sentimos las partes para emocionarnos con un todo incompleto como la vida misma.

Está nublado y los colores al brillar menos consiguen que las formas se maticen más. El verde del musgo y el amarillo de los líquenes redondean las rocas eliminando su dureza, un colchón húmedo que huele mezclado, entre tierra mojada, hierba y hongos.

Insectos que no paran por la tierra o por el aire, babosas, caracoles y hasta una baqueta buscando al tacto el romero húmedo. Tres arañas grandes muy quietas, una rana que escucho y no veo entre los juncos. Y dos perros flacos y vagabundos con la mirada triste que beben agua.

Lo veo todo desde arriba, sentado sobre una roca caída hace ochenta y dos años, la vio caer el tío Ranafrita en una mañana de primavera mientras araba con el mulo la quincha de almendros que tenía nada más pasar la casa derruida de enfrente.

De pronto un pájaro se lanza a toda velocidad contra el agua y en menos de tres segundos sale con un pez en la boca, alucino, menuda sorpresa, es una gaviota.





A la orilla del mar en Septiembre




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A la orilla del mar en Septiembre

"Otra vez agosto pasa y nosotros sin mudanza." J.R.J

A la orilla del mar en septiembre gritan las encinas, la luna estira sus troncos dos centímetros y pasan cien años, por eso no las escuchamos. No tenemos tiempo. Los días pasan despacio para estos arbustos centenarios, milenarios. Para nosotros, con suerte, es toda una vida. El tiempo lo relativiza todo, hasta una chaqueta de aviador que tenía mi padre y que heredé con las ganas de un hijo. Todo parece que se va encogiendo con los años o nosotros ensanchamos.

En todo caso el tiempo siempre está marcado por un antes y un después. En esta caso, antes de las vacaciones y después de las vacaciones. Muchos lo vivimos como el auténtico cambio de año, como cuando éramos estudiantes cambiando de curso, una nueva etapa, un nuevo ciclo.

Después de agosto viene septiembre y la vuelta a la rutina, nos alejamos de la orilla del mar para volver cada uno a su lugar de trabajo.¿Pero por qué nos alejamos del disfrute cuando volvemos al trabajo? ¿Por qué idealizamos tanto las vacaciones y maldecimos la vuelta al trabajo si además le dedicamos once veces más tiempo durante el año? ¿Cómo podemos aceptar pasarnos once meses al año en una situación que nos oprime, nos disgusta, nos angustia y elimina todo rasgo de ilusión?

No estoy seguro de si estoy radicalizando, ustedes dirán, pero me temo que son muchas las personas que verbalizan ideas similares a mis afirmaciones. Aún siendo consciente de que no todo lo que se verbaliza se siente, tiendo a creer que es un pensamiento y un sentimiento generalizado.

Hay respuestas muy obvias, pero trataremos de saltárnoslas. Me interesa especialmente resaltar la importancia del bienestar en el día a día, la necesidad de las ilusiones para poder danzar con las olas más frecuentemente y después relajarnos a la orilla de un mar, a veces tranquilo, otras, movido, aceptándolo tal y como es.

El bienestar es un estado de ánimo que crea una actitud, la felicidad un embaucador y severo ideal que además de no existir salvo en la mente destruye el bienestar. Un ideal inalcanzable que nos mantiene engañados esperando un futuro de plenitud mientras nos perdemos las pequeñas y sencillas maravillas del día a día, la exclusiva sensación de estar vivos, probablemente el único y mayor tesoro del que siempre disponemos hasta el inevitable final.


El final es la casa vacía que estuvo habitada, personas vivieron en ella, durmieron en ella, soñaron en ella, se refugiaron de lluvias, vientos y miedos. Tarde o temprano quedan vacías como el tiempo que dedicamos a sufrir, no sirve para nada positivo.

Al volver de las vacaciones cada uno de nosotros volveremos a nuestras rutinas más o menos activas. Algunos con una cierta angustia, otros con pocas ganas, otros estarán encantados de volver a su evasión favorita, quizá otros, unos pocos, estén deseosos de llegar para poner en marcha nuevos proyectos, quizá con energías renovadas alguien se enfrente a sus problemas y los resuelva o el menos lo intente. Incluso es probable que algún persona valiente de un giro radical a su vida y deje lo que no le gusta o le atormenta en busca de un camino mejor.

Cada uno tendrá sus motivos para actuar de una forma u otra y quiénes somos nosotros para reprocharles nada. Somos uno más dentro de una sociedad imperfecta, algo caótica y llena de contradicciones e injusticias.

Nada ni nadie es perfecto, pero espero que cada uno a su vuelta sea capaz de gobernar su vida hacia un bienestar diario y renuncie a disfrutar o intentarlo solo los fines de semana, puentes y vacaciones. Son muy pocos esos días en el computo del año.

Me niego a creer que solo podemos estar a la orilla del mar en agosto, por qué no en septiembre, octubre, diciembre, enero, febrero...

El mar siempre está ahí y el sol, también la risa y la alegría, y las personas que nos ayudan o ayudamos, y los sueños, y los deseos, y las locuras...

Que nos llamen locos e imprudentes, puede que hasta irresponsables, pero no dejemos que por la incomodidad de no formar parte de alguna manada o al contrario, renunciemos a las sorpresas que nos pueden ofrecer cada día si queremos sentir como corre la vida por nuestra respiración, arterias y venas.

Rebusquemos en nuestros adentros qué queremos hacer con nuestros días y en qué orilla y en qué mar y en que cara de la luna queremos estar mirando como crecen las encinas.





jueves, 26 de agosto de 2010

El amor en los tiempos del sexo

En la memoria de juventud quedan libros grabados, frases, palabras que te acompañan siempre. Recuerdo de una forma especial el Arte de Amar de Erich Fromm, consiguió que me formulara preguntas que antes nunca se me habían ocurrido, también leer respuestas que superaban a las ideas de un adolescente sobre el amor.Transcurridos unos treinta años, algunas ideas y conceptos del aquel libro sorprenden al pensamiento de pronto intentando completar un rompecabezas que supongo nunca terminaré.
Unos de los conceptos más interesantes que cita es el de separatidad, también la singular forma de definir el arte, el "egoisme à deux", la respuesta es el verdadero amor y lo considera un arte. Nos basaremos en estos que he mencionado para intentar seguir una introducción argumentativa, o al menos así lo espero.

Fromm describe así la separatidad:

Los seres humanos tienen "conciencia de su soledad y su separatidad (separatenss), de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y extender la mano en una u otra forma con los demás hombres, con el mundo exterior.
La vivencia de separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia."

Abundando en el asunto: "Las orgías sexuales comunales formaban parte de muchos rituales primitivos. Participar en estos estados orgiásticos, al ser una práctica común e incluso exigida por los médicos brujos o sacerdotes, no producía angustia, sentimiento de culpa o vergüenza. En una cultura no orgiástica se trata de escapar de la separatidad a través del alcohol o las drogas, experimentando el individuo sentimientos de culpa y remordimiento. El acto sexual sin amor no elimina, salvo en forma momentánea, el abismo que separa a dos seres humanos. En esta cultura, esta forma de escapar de la separatidad provoca una cada vez mayor sensación de separación."

Cuando uno relee estas palabras no puede evitar darse cuenta de su actualidad, es precisamente a lo que dedicamos el ocio la mayoría: las drogas-incluido el alcohol- y la búsqueda de deseo-sexo. La falta de compromiso, las relaciones cortas, muchas y variopintas no solo son un disfrute-de hecho así suelen ser- se han convertido en un valor, esto último es lo verdaderamente preocupante. En mi generación era una idiotez que prácticamente asumíamos los varones, en la actualidad la estupidez se ha extendido a las mujeres. Es un insulto para todas aquellas mujeres que se dejaron la piel por dejar de estar sometidas a los varones y también un auténtico y patético retroceso ético y social para todos.

Me parece que es hora de decir sin tapujos y dejando de ser políticamente correctos que el ocio que nos propone esta sociedad es una porquería. Y que los valores por los que hay que gritar son la salud en todos los sentidos, y especialmente, la olvidadísima salud mental. Los gimnasios se llenan de músculos y culos respingones, España es el país del mundo donde más se gasta en cirugía estética. ¿Acaso somos más feos que el resto del mundo? Pero a nadie se le ocurre enseñar lo básico para vivir suficientemente bien.

Los ambulatorios y hospitales están llenos de pacientes que no pueden sentirse bien, personas mayores que reprimidas desde su infancia han destruido su salud mental, incluso creyendo o que es culpa de ellas o que son así. Todo tipo de drogas, desde los fármacos como los ansiolíticos y antidepresivos pasando por el alcohol en medidas increíbles, la maría en todas sus acepciones, la divinizada cocaína y demás sustancias que ayudan a evadirnos de la realidad, de lo mal que nos sentimos, sin ser conscientes de que poco a poco nos destruimos hasta sentirnos mucho peor en el mejor de los casos o morir si te gustan las emociones todavía más fuertes.

Lo peor del presente son la falta de valores claros y esto ocurre porque no sabemos sencillamente qué es el ser humano esencialmente. Las personas necesitamos un nido emocional sano seguro y tranquilo, y no creo que haya reglas,cada uno que se lo monte como quiera, como le funcione, pero lo necesitamos. ¿Y quién te lo dice hoy sin poner la boca pequeña o parecer un retrógrada? Ni los padres, ni los colegios, ni los políticos se atreven, requiere demasiado esfuerzo, amor propio, conocimiento y confianza. No se puede transmitir lo que no se sabe, estamos todos demasiado ocupados en la economía y en la política mediática, epicentros actuales de la vida.

Estoy sumamente cansado de relaciones superficiales o de interés puro, infinitamente cansado de observar a amigos que no somos capaces de intimar de verdad, de hablar de lo que duele, de aprender del otro, de ocultar la debilidad bajo mil personajes, de ver cuantos sentimientos se convierten en veneno, de personas que se quieren y son incapaces de entenderse, de ver como las relaciones amor-odio predominan en las familias y en las parejas, de salir a la calle y poder predecir las conversaciones, los actos sociales, las fiestas, quien va a a follar con quien, quiénes se aguantan y sin parecerlo no se soportan, de ver el miedo mental paralizando vidas, eliminando el crecimiento e incrementando el aburrimiento, la apatía y el hastío. Personas valiosas sin problemas objetivos destrozándose literalmente, huyendo de sí mismos, por no enfrentarse a ese lado oscuro que todos tenemos y armonizarlo hasta colocarlo en su lugar.

La sorpresa es como el hedonismo impera sin duda en una sociedad que no entiende el fracaso, ni la debilidad, ni el miedo, ni las crisis, ni la imperfección de amigos, amantes, maridos, mujeres, madres, padres, hermanos, tíos y primos..., ni la singularidad, ni la importancia de la salud mental, ni el esfuerzo, ni el compromiso, ni la depresión, ni la ansiedad, ni la enfermedad, ni el tener, ni la envidia, ni los condicionamientos, ni la justicia, ni la desigualdad, ni las tetas o los penes pequeños, ni la belleza, ni el arte, ni... lo importante.

Estoy seguro de que el día en el que la mayoría de los seres humanos seamos capaces de saber, desde la experiencia interna, qué y quienes somos, comenzará una nueva era en la que el amor propio será el eje de la vida pese a todo y como consecuencia encontraremos un camino de encuentros que no es otro que el del amor, donde todo cabe, porque abre los ojos a una perspectiva completamente humana. El amor no es más ni menos que respeto, consideración y ganas de sentir la vida en todo su contenido con los demás.

Ayer fue la Tomatina y más de 38.000 personas pasaron una hora de alegría, dolor, frío, calor, emoción, miedo, placer, risas, cansancio... semejantes, pero cada uno distinto, incluso algunos imbéciles rompiendo y arrojando camisetas, como la vida misma. Unidos por un motivo: el ritual y la potencial novedad de la Fiesta. Hoy queda la experiencia y la resaca, veamos mañana.

martes, 3 de agosto de 2010

Comenzamos... Sorpresas


Sorpresas

Como decía la canción: “ La vida te da sorpresas, soooorpresas te da la vida...” ¿Qué sería de la vida sin sorpresas?

(Sorpresa: “Acción y efecto de sorprender”. Sorprender(

De sor-, y prender): 1. tr. Coger desprevenido. 2. tr. Conmover, suspender o maravillar con algo imprevisto, raro o incomprensible. 3. tr. Descubrir lo que alguien ocultaba o disimulaba).

Como dice un buen amigo mío: “ Hay otras vidas... pero ya no son vida”. No se me ocurre mejor respuesta. La vida sin sorpresas, sin conmover, sin cogerte desprevenido, sin suspender, sin maravillar, sin imprevistos, sin rarezas, sin algo incomprensible, sin secretos, sin disimulos... no alcanza, no se me ocurre, no se sostiene, no se percibe. Así lo creo.

Nada hay más grato e ingrato, ni más arrollador, ni más motivador, ni más sugerente, ni más vertiginoso, ni más creativo, ni más imaginativo, ni mayor prueba que la sorpresa.

Por ello me propongo, para esta nueva etapa que comienza con estas palabras y que espero se publiquen de nuevo en Tu Comarca.com, buscar sorpresas, bueno... buscarlas y encontrarlas, para después de encontrarlas y percibirlas, tratar de ofrecérselas a ustedes, queridos lectores, si los hay, con el convencimiento y el objetivo de conseguir encontrarnos de nuevo en un espacio común, semejante a la vez que diferente. Seguramente esas pequeñas sorpresas que pasan ante nuestros sentidos en el día a día, a veces sin darnos cuenta, son pequeños tesoros que podemos compartir. Por ello comenzamos con el día, con un amanecer y una farola que abre un hueco de luz en una época de cielos negros, o al menos así lo predican los que creen conocer los problemas de las personas. Creo que es un buen comienzo, después del descanso y la oscuridad de la noche, las primeras luces, rojas, azules, blancas y negras(mucho o todo... son los tonos de la vida misma) en el día de primavera en que se captó la instantánea, el seis de Junio del presente año. Eran la seis horas, treinta y tres minutos y cinco segundos.

Sorprende la arena roja y la sombra, la línea blanca entre el asfalto y la playa; nada es como debiera, el mar gris, la orilla negra y el horizonte lleno de nubes obscuras y luces vivas.

Solo queda una mirada más antes de cerrar los ojos y dejar que el cuerpo descanse con los ojos llenos, impregnados de pura belleza. Una cama cómoda e infinita espera al cuerpo cansado, una habitación desconocida de un edificio nuevo, como las sensaciones de ayer, distintas siempre a las de hoy, por lo tanto, siempre diferentes. Futuro, futuro... y alguien dijo: "la vejez y la muerte, eso es el futuro". No era muy optimista.

Cada noche es distinta, cada día, cada mañana, cada tarde, cada hora, cada minuto... supongo que también cada segundo, pero no me doy cuenta. Para que las sorpresas ocurran nos tenemos que dar cuenta, de lo contrario pasan desapercibidas porque los sentidos vagan y vaguean dispersos en un mar de pensamientos desordenados. Aprender a vivir es aprender a pensar y a sentir el presente, el ahora, dejando que los sentidos dejen salir a las emociones y las emociones quizá al deseo y el deseo a las pasiones o todo al revés, no lo tengo muy claro. Se necesita una combinación exquisita, sutil y proporcionada de realidad y fantasía para probar aunque sea por un instante el elixir del bienestar, la sensación de estar vivo. La sorpresa contiene todo lo necesario, por eso decido dedicar parte de un tiempo valioso-el ocio- a buscarlas.

Caminar mirando adentro y afuera extrañados, como si fuese la primera vez de un todo nuevo, así creo que funciona la emoción que contiene la sorpresa.

En el día a día, en el malestar y en el bienestar, en las dificultades y en las facultades, en la condición y en la libertad, es una línea invisible-de hecho no existe salvo en nuestra imaginación- que es la piel de un todo que no vemos. Demasiados excesos confunden la realidad, demasiadas marcas que filtran el sosiego hacia la angustia.

En tiempos oscuros solamente la luz de la sorpresa puede encender tanto el cielo como una bombilla.

Espero ser capaz de encontrar y compartir sorpresas.